Sentidos inflamados, bellas percepciones.
Vuelan las almas con alas de fuego.
Altos y benditos son los recorridos
de esas almas, desprovistas de fútiles reparos.
Vestidas de gala con flores y perfumes;
recuerdan que lo terrenal y cotidiano,
es finito e imperfecto y apenas solo un instante.
Cuánto dura un amor, cuanto un beso
En nuestra memoria, en la historia
Cuánto dura una traición, cuánto dura una
herida
Lo que uno quiera o al menos pueda.
Olvidamos a diestra y siniestra lo maldito lo
mezquino
Enterramos los ecos perdidos y los besos
negados.
Condenamos a la desmemoria lo que duele, lo que
mata.
Sin embargo, no importa cuánto duela ni cuanto
sangre.
No importa cuán intenso haya sido el rechazo.
Menos aún importa lo hondo del puñal clavado.
Las almas se resisten a dejar el vuelo aun
caídas
En eso radica la magia del sentir del revivir.
Desde lo más hondo se vuelve a renacer,
Volvemos a volar aun con las alas rotas.
Sentir, vivir…, vivencias sentidas
Existencias vividas con las vísceras
Con el corazón sin medida, desmedido
Así volvemos a percibir las señales y las
vidas
Cuántas vidas, cuantas veces repetimos
el ciclo vital, nacer, vivir, morir, renacer y
otra vez,
hasta que cuando ya no se renace, no hay lugar
a lamentos.
Ya todo se ha dicho, ya todo se ha hecho.
Agotemos ese bello y reiterado ciclo.
A cada muerte una vida hasta que no haya más vida.
J.J.Z.- Octubre 2011.-