martes, 6 de agosto de 2024

 

De  APARICIONES  y  COMIENZOS

Caminaba   sin rumbo ni  apuro.  Un  pie  detrás del otro  en una sincronía involuntaria. Parecía tan lejana la sensación  de  plenitud  y  optimismo.  Los días de  infinitos  proyectos  e inacabables planes   por  parir.  Ahora la  realidad  finalmente  hacia  su  entrada  en su  conciencia.  Dicen  que  la realidad  tiene  muchas interpretaciones, lo  que no tiene  es  otra opción  que  la  de imponerse sin  clemencia ni piedad, sin  enconos ni rencores simplemente   se  impone, sobre  las múltiples  lecturas que de ella se pretendan realizar.

En cada  paso  ‘’su realidad’’ se  caía a pedazos,  desmembrada, desahuciada, solitaria…y daba lugar  a  LA REALIDAD, la  simple y llana REALIDAD. Sin  poder  dejar de sentir un dolor lacerante y  profundo, decidió que  seguiría  adelante. Sin  amor,   todo proyecto tiene su fin  asegurado.  Puede ser antes  o después. Puede  ser  en unos  días ,  meses quizás hasta  años…pero el final es  la única certeza que debería  tener quien  emprende un camino sin el  mágico  elemento.

 

Había  construido  en un comienzo  con  esmero, casi  sin  dejar lugar  en su conciencia  para el fracaso.  A cada  paso, recogiendo detalles,  rescatando  señales. ‘’Que lástima,  eso no debería ser así….’’  o   ‘’caramba ,…yo no hubiera dicho  eso……’’.Así como los rescataba o los  levantaba del camino ,los arrojaba lejos, aventando sus dudas con  ‘’su realidad’’ construida con   esmero  y  estéril esfuerzo. Cada   día  una nueva  ilusión inconsciente. Cada día arrojando  lejos las  dudas, las mínimas desilusiones. Vinieron   las  alegrías  y  por brevísimos instantes toco  acaso el cielo con sus manos.  Los miedos  oscuros  tenebrosos, se hicieron presentes. Pero con energía y  constancia  los apartó del camino. No  los  eliminó, ni  los hizo  desaparecer. Los apartó  y se habituó a  saber  que seguían, como mastines a su presa, sus pasos   a  la distancia. En realidad  esos  diabólicos  cancerberos,  lo acompañaban y lo acompañarían  de eso  no tenía duda. Sembrados  con  insistencia en su  alma  desde siempre  ya no   imaginaba la posibilidad de vivir sin ellos. 

 

A medida que fue  transcurriendo el tiempo,   esa construcción  artesanal  de ‘’ su realidad’’,  lo fue  desarmando, le fue quitando  poder  y  energía. Esa  construcción era su propia obra. Es decir, sin darse cuenta  de  lo que hacía,  de  a poco se  fue vaciando de contenidos. Se fue auto eliminando de su futuro. Cuando LA REALIDAD comenzó  a golpear  la   puerta, al principio, sutilmente, luego  en forma más imperativa, ya  era tarde. Su  debilidad extrema, su vacio era tal, que no tenía con que enfrentar el impacto. Cuando  la puerta se abrió de un golpe, fue  un  vendaval.  El viento  frio  y acerado  era  a la vez  puro  y vivificante.  Atrás  quedaron  los  logros,  los esfuerzos ciclópeos   inapreciables  por   ajenos pero  inolvidables o imposibles de ignorar  por  él.  El profundo  esfuerzo que le demandaron cada uno de sus logros, paradójicamente  además de  ser  pasos  de  crecimiento  personal fueron indicadores  íntimos  de sus limitaciones, de  sus  propias debilidades.

Ahora,  conmovido, aturdido, perdido  en absoluto estado  de  confusión.  Ya ni  las certezas, escasas,  pero certezas  al fin, eran  tan ciertas.  Dejaría  todo   atrás,  todo  absolutamente todo, buscando la  magia  de un lienzo virgen. La  verde  esperanza  de  una  hoja  vacía. Probablemente  esa   opción,  lo liberaría  de muchos de sus  antiguos mastines,  dejarían de seguir sus huellas. Ya que  de  nada valdría seguir  a un hombre  sin desafíos  por delante. Sin compromisos  a los que responder. Sería  solo  un hombre caminando rumbo  a la nada.  Quizás  en  ese caminar sin presiones, encontraría  algo de fuerza  y energía. Podría  redescubrir  en él  su  sentido, su vigor, su trascendencia. Pero  no.  Aún  en su  más  profundo abismo, no  se permitiría esa  opción. No podría  abandonar todo,  dejar  todo  al costado del camino.  Solo si la vida  lo  abandonara, el dejaría  TODO  atrás.

 

Debía  encontrar  la forma  para poder  pintar un lienzo  virgen.  Llenar   de  verbos, sustantivos y adjetivos  hojas  en blanco. Capturar  la  esperanza  emparentada  con  la realidad.  Combinación alquímica de  inevitable poder.  Debía encontrar  la forma… Caminaba  de  a un paso a la vez.  Un  pie detrás del otro. Una  huella    siguiendo  la dirección  de  la  huella  previa.  

Cada instante  sería  una  novedad, se dejaría sorprender  por el azar…Dejaría  que  el  caprichoso   destino  decidiera por él. Le parecía  un idioma  ilegible, una sucesión  de  sonidos  jamás oído, cuando repetía en voz alta….``yo puedo  con mi destino, no el conmigo’’… pero  esa no era  un frase  que  diría  el, con convicción, al menos no en este día..….Encontraría  la  forma, aunque se sentía tan débil, tan vacio, que no podía imaginar cómo….Quiso  gritar,  abrió su boca,  sus  pulmones  liberaron todo el aire,  pero ni un sonido broto  de  sus labios. Sus  ojos  inundados  de lágrimas secas, solo miraban su alma cuando se quedó dormido. 

El cielo  nublado, presagiaba  lluvia, el viento helado del sur, aseguraba  frio. ``Nada nuevo en este  día, frio y lluvia…’’pensó  casi  resignado.  Se levanto  y en pocos minutos  cumplió  con la rutina:  un café  caliente,  fuerte  y áspero. Algunas galletas húmedas  con manteca y dulce. Una rápida ducha de agua tibia. Una  prolija afeitada, unas gotas de colonia  Paco Rabanne. En pocos minutos sentado en una destartalada camioneta casi humana que respondía a sus mandos casi con tierna obediencia. Le pidió  que pusiera en marcha  el motor, antes de girar la llave azuzándola  con cariño, como si ella  pudiera entenderlo. Al girar la llave, la  maquina titubeante echo a andar, había entendido.  La ruta brillaba acerada  con  los rayos furtivos de  un sol que se asomaba  curioso entre nubarrones que huían  en  bandada. Un fuerte viento  sur, traía más frio y también  sol y cielo celeste. Manejo  con suficiencia y respirando hondo, pensó: ``va a ser un día esplendido’’.

 

Al doblar  en una curva  ciega, su sorpresa fue  mayúscula. Una  mujer de impecable   traje  azul  marino, pantalón ajustado al cuerpo, chaqueta de corte masculino pero ceñido el talle  y doradas charreteras, botas  negras hasta la rodilla  y un casco blanco bajo su hombro, le  hizo  la seña que detuviera su marcha. No fue un gesto ampuloso ni  imperativo, sin embargo de esa  mujer emanaba una autoridad  imposible de ignorar. –Gracias, necesito su ayuda. Mientras hablaba, el miraba al costado de camino la poderosa  moto Harley  caída. – Perseguía  a un  par  de malditos asesinos, me dispararon y le dieron a  la rueda  delantera perdí el control, necesito  ir  a  la  central de policía  del pueblo de inmediato. No dudó ni un instante, le abrió la puerta  y le dijo - Suba,  la  llevo.  No  se detuvo  a pensar  ni un instante que podría decirle que no  la llevaría.  Eso   quizás  le  salvó la vida.  Sabía   donde  quedaba   la  central de policía así que manejó  sin esperar  indicaciones  de  la mujer policía.  Al cabo de unos minutos  en silencio, para romper  el tenso ambiente que se había generado le preguntó: 

-Fuma  usted ?  Muero  por un cigarrillo, pero  he dejado el vicio..

-Mal hecho. Bastante  cuesta  desarrollarlos, para dejarlos  así como así…le  sonrió con picardía. Tengo  solo  uno, pero  ya  no fumaré … y  le alcanzó  el paquete  con  un encendedor  en  el  envoltorio  del  paquete.

-Gracias. Prendió el cigarrillo  y  pudo  sentir  ese  indescriptible placer de  todo fumador, con el  primero del  día. 

Luego  de  un instante, el silencio  volvió a incomodarlo.

 -Agente, se hizo  usted  daño, no  la  veo  lastimada pero el golpe debe haber sido grande. 

La mujer  se disponía  a contestar cuando  justo  después de una curva, volvió a ver  la moto caída  a la vera del camino. Su sorpresa  no tuvo fin, no podía ser real. No escuchó lo que la mujer le dijo, solo podía con esfuerzo  tratar de mantener la calma y simular  que no había visto  lo que había visto. La ruta era un camino recto  sin cruces ni desvíos, como era posible que después de manejar por un largo rato, volviese al mismo lugar. No tenía sentido. La mujer  lo  miraba  con una mirada entre cómplice  y  serena.  A  los  pocos metros, la mujer  le dijo: ``Siga conduciendo, no se detenga’’. No comprendía  lo que le decía y cuando le iba a preguntar a que se refería  casi pierde  el control de la camioneta. Metros  más adelante al costado de la ruta, se podía ver una camioneta  blanca  con sus cuatro ruedas  mirando al cielo   una columna de humo  elevándose al cielo y  unas  lenguas de fuego asomándose  impiadosas por las ventanillas. Casi pudo sentir el olor a carne quemada. Se podía ver una ambulancia, varios paramédicos  colocando la camilla con un bulto en  la  misma.   – El cinturón de seguridad estaba  trabado, no pudo  zafar del fuego, tuvo la peor de las muertes. –Como  sabe usted  eso!  le gritó, casi  histérico. - Se muchas cosas, que  quizás  no le convenga  saber, pero creo  que acá me bajo yo, después de esta curva.  Dobló en la curva  y ante la infinita sorpresa del hombre, la moto  Harley, blanca impecable, estaba erguida  de  pie al costado del camino. En el mismo sitio donde  la  levantara  unos pocos minutos antes.   El hombre solo atinó  a  frenar la camioneta  y mirar  a la extraña a  los ojos. La misma  mirada complaciente y profunda en sus ojos, ni una palabra más, salvo un ‘’Gracias…’’que  le  dejó al bajarse. Se quedó parada al lado de su moto, como esperando que se  fuera  y el no  espero  nada,  solo  puso primera  y se fue. A los pocos metros una  manada  de  carpinchos cruzaba en desbandada  la ruta.  Si no hubiera  estado  a  tanta distancia,  lo hubieran sorprendido, ``aparecieron de la nada’’, pensó con un escalofrío.  Continuó su marcha, pleno de  pánico por el episodio. Miraba  cada dos minutos por el espejo retrovisor, esperando ver de un instante a otro a  la misteriosa mujer. No alcanzaba a definir si era un aire demoniaco  o  divino el de esa  dama.  Pero solo esperaba no verla  aparecer en los espejos…




A los tumbos, por el camino de tierra, saltando por los huellones. No bajó la velocidad, quería llegar cuanto antes. 

Al   llegar  a  su  antiguo hogar,  que abandonó  a  los pocos días de  la  desaparición  misteriosa  de  su  mujer, para mudarse al  pueblo, detuvo el auto en  el porton, a unos metros  de  la casa.  Durante años, cada vez que entraba  a  su casa  o se aproximaba  a  ella, sentía  la tibieza  de  estar  acercándose  a  su  mundo, sin embargo en esta oportunidad  tuvo  una contundente  oleada de vacío  y  desesperación.  Una  nueva  y revulsiva sensación, provocada  por  todo  lo  perdido,  lo inundó. Esa percepción lo tenia  aturdido, cuando estaciono la camioneta blanca en  el  estacionamiento   y al tratar de  destrabar el cinturón de seguridad, no pudo hacerlo. Estaba trabado,  forcejeo  por unos minutos, ‘’cinturón de mierda’’ pensó, y comenzó  a  preocuparse, siguió  intentando  por largos  minutos. Hacía frio y haría aun más frío  en un par de horas, no había nadie cerca  para  ayudarle, en  esa  finca  el  era  el  único  empleado. El celular había caído debajo del asiento lejos de su alcance. Comenzaba a sentir una sensación  de ahogo  leve  pero que  lo llevaba  suavemente  a  un pánico creciente. ‘’Me encontrarán  atado y bien muerto dentro de unos días, pensó con ironía. Cuando  ya la  ira se mezclaba  con el miedo,  finalmente como si solo hubiese sido  un gesto posesivo de aquella camioneta ‘’casi humana’’, el cinturón  cedió  su abrazo. Se bajó nervioso, perturbado, caminó  sin tener  conciencia de sus pasos.   Abrió la puerta, sabiendo que no  la abriría   otra vez. Parada   frente   a la puerta erguida  como   una  enorme ave  de rapiña, vigilante  esperando  el momento  de  lanzarse en un vuelo atroz  hacia su presa. Sus ojos  fríos clavados  en los suyos, una espectral presencia, era  su   esposa, recientemente desaparecida.

–Te esperaba, le arrojó en un tono helado. Ya  no  hay  que  seguir  con esto, agrego  sin poner  ninguna emoción en sus palabras. Como ocultando  su sentir o acaso ya no había nada   que ocultar. No se oculta lo que no se tiene.

 –No  deberías esperarme, ya no hay porque, no te seguiré… y  casi   aterrado  abrió la puerta y entro.

Las palabras dichas con resignación provocaron una indescriptible reacción  en  ella.  Sintió el acero de su mirada, el frio helado de su aliento. Las manos grises, sin vida  se estiraron hacia él.  Sintió su piel desgarrarse, sin  que  una gota  de sangre  lo salpicara.  No pudo  hacer otra cosa que arrojarse  hacia atrás, como un vano intento de  salvarse, quería vivir.  De pronto quería vivir.  Las dudas, los miedos corrieron el telón  y la luz de su ansia vital iluminó su alma. Se arrastro   en un cuarto súbitamente en tinieblas. Un espantoso  aliento   cadavérico  inundo  sus  sentidos.  El amohosado  hedor  de  su cuerpo  inundaba  el ambiente.  Desesperado  busco a tientas  la puerta, estaba a solo un par de metros. Sin embargo  por más que  se arrastraba  hacia donde estaba  la maldita  puerta  esta parecía haberse perdido en la negrura.  Había estado sumido en un infierno,  desde la partida de ella.  Misteriosa, sin explicación. La culpa que sintió por no haberse sentido desolado por su desaparición.  El remordimiento  por  haber imaginado una vida  sin ella, antes que ocurriese su  desaparición, le hizo sentirse  culpable. Tan culpable se sintió que en el marasmo de  sus  pesadillas, comenzó a pensar que  había sido el culpable  de alguna extraña manera  de aquella misteriosa partida. Pero ahora, peleaba  por  su vida o al menos  eso  sentía que hacía. Mientras se arrastraba  ya no sabía hacia  donde. Perdido por completo el sentido de la orientación. Sintió   la garra  huesuda y poderosa en  su pierna.  Lo arrastraba  hacía atrás…

 -No  quería  que vivieras ni un día más,  no quería ,chilló  ella   ya  sin ningún vestigio   de  aquella voz  tenue y cálida que alguna vez lo sedujo sin clemencia. El  maldito   sicario, confundió su víctima!!! gritó la desalmada  aparición . 

- Que culpa  tengo  yo ?, contestó suplicante y aterrado. Ahora entendía, algo  del terrible desenlace. 

 El cuerpo no había aparecido,  el hombre era asesino, aplicado.  Torpe e  infinitamente  idiota, pero aplicado en  su labor.  Pensando  que  su  víctima  era  esa  dama. Quien podría  haber imaginado que  en realidad lo había contratado  ella, nunca  trató directamente  con ella. Además como lo hubiera imaginado, en su mundo  solo los hombres asesinaban o  mandaban a  matar.  La  durmió  con un paño  embebido en cloranfenicol, un somnífero potente que casi la  dejo  moribunda. Cuando desmembró el cuerpo prolijamente, no supo que  con cada  parte se perdía  su  pago  y  quizás  su  paz.

-Tenías  que ser vos y no yo, aulló esa alma condenada. Ahora  te vienes conmigo!!.

 El último esfuerzo le permitió  alcanzar  la puerta. Con una mano  intento abrir la puerta  pero  noto  que nada  podría abrirla.  Alcanzo  a  sentir su pierna libre de la garra, y en dos  saltos corrió  por la negrura golpeando a su paso con muebles, paredes, pero nada podía frenar su carrera. De pronto tuvo  frente a si una ventana y no lo dudó ni un segundo y se arrojó  a través  de  esa ventana.

Cayó pesadamente  sobre un montón  de  cajas  vacías que amortiguaron su golpe. Cuando  intento  erguirse  sobre sus pies noto  que tenía  una pierna  en malas condiciones. No podría correr.  Espantado   trato de  alejarse  arrastrando su pierna herida. Podía escuchar los alaridos desde  adentro de esa casa  ahora fantasmal.  Espero  verla aparecer  enajenada  de odio y despecho. Sin embargo  noto  que no  salía de la casa.  De pronto tuvo  una certeza. Ella podía  entrar, pero no podía  salir  salvo  por  mano  humana.  Algo  impedía  su  salida. Encontró un  bidón de plástico con combustible. Desgarró  de un tirón su camisa y el pedazo de trapo que logró,  lo embebió  en  el liquido elemento. Desparramadas botellas de vidrio, se dejaban ver. Tomo una,  la lleno  con el combustible  y colocó el trapo embebido en la boca.  Busco en sus bolsillos  el encendedor,  lo tenía  en  el pantalón, pero no, no estaba.  Los gritos  eran ya  espeluznantes.  En cualquier momento  vencería esa resistencia que le impedía  salir fuera de la casa y ya no tendría  escapatoria. Busco  en  su campera  y en el último bolsillo, encontró un encendedor que no era el suyo. Sus dedos  entumecidos de terror  no lograban hacer girar el pequeño pedernal del  aparato. Una vez, dos, a la tercera  prendió y en el mismo movimiento encendió  el trapo y  lo arrojó por la ventana por donde  había saltado, justo en el instante en que se asomaba  la espectral  figura.  La  llama  de fuego  fue  explosiva,  encendió todo el  marco de la ventana  creando un ardiente anillo de fuego.  Ella se echó hacia atrás,  el fuego  la liberaba de su prisión, pero no podía atravesar  ese  infernal  anillo.  Solo debería  esperar unos instantes, pero debería  evitar que las llamas la  desgarraran, ardería en un instante. Desesperado  busco otra  botella  y repitió el proceso. Su  desesperación, le quitaba   precisión a sus movimientos. Con dificultad desgarro  otro  lienzo de su camisa, lo encendió  y lo arrojó  por la ventana.  Las siguientes  botellas, las lleno  con premura y  no supo cuantas arrojó.  Sin camisa y sin aliento,  se quedó  parado  escuchando  los  tétricos y desgarradores  de  esa alma sin paz  que en el fuego encontraba  quizás el fin de su calvario.

Atontado, ya sin fuerzas,   se arrastro  a unos cien metros  de  los  restos humeantes  de  la casa, que fue su hogar  alguna vez.  No sabía cómo  seguir, solo sabía que  ahora  comenzar era  su  única  opción.   Cuando recuperó la conciencia,  el sol estaba  en lo alto.  Su pierna lacerada, parecía  recuperada  sin embargo  tenía  muchos golpes y seguramente  algún hueso roto.  Esa corrida  antes de saltar por la ventana  había  sido durísima, la adrenalina le  había permitido  escapar, pero ahora sereno,  su cuerpo le  pasaba la factura. Como pudo  se subió a su camioneta  y condujo  lentamente  al hospital.  Un  medico  solidario, al verlo llegar, gritó por ayuda. – Camilleroo!,  aulló.  En breves instantes el  sereno aire  de la guardia comenzó  a sedarlo y entre sueños  una bella enfermera,  le sonrió y le dijo cómplice, me devuelve  mi encendedor.  Y  antes de  desmayarse, la reconoció…era  aquella dama  de la ruta. Un ángel….o quizás un sueño…como saberlo. 

 

J.J.Z. Noviembre 2012.

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