Un lobo cansado, con
garras y dientes urgidos de carne , que
ya no caza, por el bosque va.
Hace tiempo que los gemidos
de sus víctimas y la sangre
grumosa por el pánico ya no
le apetecían. Hacía tiempo que cazaba
solo por instinto. Pero él
sabía que no era puro instinto. ‘’Los hombres
piensas que somos animales, que
bestias…’’, solía pensar aquel lobo…’’ que no pensamos , que no sabemos,
cuando en realidad los que no saben son ellos’’… seguía meditando aquel lobo
tan poco animal como poco
humanos eran algunos hombres que no pensaban . Que eran solo instinto puro. Fatal
e imperdonable instinto.
SU último banquete vivo,
databa ya de muchos meses atrás.
Solo restos de otras cacerías
o algún afortunado hallazgo en cabañas mal cerradas, lo convertían más en perro
que en lobo.
El bosque y sus competidores, perros salvajes,
algún puma. O los detestables
cazadores constituían su cotidiano existir.
Una gata montesa,
bella y
recelosa. Ojos de
ónix boca de terciopelo,
lengua áspera y hábil, para limpiar y saborear. Parada inmóvil como una estatua egipcia, esperaba un
descuido de aquella
bandada de cacatúas
ruidosas pero muy apetitosas
( era su plato preferido), hasta
los huesitos se comía. Luego de
un largo rato, fue
como un suspiro. La
más opulenta de las cacatúas cayo
entre sus finas y asesinas
garras. Cuando toco el suelo ya
estaba lista para el banquete. Hacía
ya mucho que no había
gatos ni nada parecido, en esa
parte del bosque. Solo unos
pumas errantes que bajaban de los montes
y algún leopardo solitario
eran los felinos que habitaban el fondo de aquella espesura.
Sola ,condenada a
su solitario peregrinar por el bosque ,solo
se permite maullidos graves e infinitos, cuando la luna llena le recuerda
el color de su soledad.
Aquella noche, el lobo
se alistaba a cobrar una
presa imposible de resistir. Sin fuerzas
ni voluntad de vida, una cierva
se entregaba a su destino,
ya aceptando lo inaceptable. No pelear por su vida
o su destino.
El lobo montaba guardia
resistiendo su naturaleza, sin poder alejarse. Como si una fuerza mas allá de su conciencia
no animal, se impusiera,
estableciera el destino
no buscado. El de tomar la vida
de la más débil, simple ley natural. El fuerte
sobrevive y el débil contribuye con su
ser y su carne a tal
destino.
Una manada nómade
de lobos de otros bosques, paso
por aquel sendero.
Olieron el aliento resignado
y claudicante de aquella
cervatilla. La rodearon, la
acecharon , hasta que el más
viejo quizás el macho alfa de tal manada, tomo la iniciativa y se
dirigió a tomar
su presa.
A dos pasos
de la mirada sin pasión ni rebeldía de
la víctima. Un gruñido bajo y grave, casi inaudible, paró al
macho alfa en seco. Antes de
dar un paso, movió sus orejas
buscando la dirección y la distancia de aquel gruñido. Cuando
,decidía que no había
peligro y su mano
daba el último paso antes del salto a la
garganta tibia y peluda de
aquella víctima, de entre las sombras , acompañando a
aquel gruñido el
lobo solitario y cansado avanzó.
Se miraron por un instante y estuvo todo dicho… el macho alfa dejo de lado
su objetivo y
mostrando unos colmillos de un
amarillo salvaje y unos ojos
acerados y letales dio frente
al solitario que casi a un metro suyo ya estaba.
En unos segundos,
borbotones de piel, pelo y sangre
se mezclaban con la
arenilla de aquel sendero,
donde los victimarios
en rivales mortales
convertidos se herían,
arrancando piel y carne a
dentelladas . Luego de unos segundos de
tumultuoso caos y aullidos a coro
del resto de la manada, el macho alfa decidió que no valía tanta sangre
ni energía el banquete encontrado y
en una retirada digna
y ruidosa se
perdió en la noche con su manada.
Quedo el lobo solitario,
aun hambriento y ahora
desfalleciente, herido ,sangrante y
sin instinto asesino…parado frente
a la víctima.
Lo miraba extrañada, en el fondo
de esos ojos vidriosos
se fundían el miedo, el desconcierto y la
gratitud. Inmóvil solo atino
a rendirse a los pies de aquel lobo y dejó
escapar su último aliento, esperando
el ataque final...
El lobo, lejos de cobrar su víctima. Como renunciando a sus más vitales necesidades y sus más
reconocidos designios, camino
por el sendero dejando atrás el banquete
de aquella hembra, quesería pronto carne
para los lobos que sin duda no se habían
alejado demasiado.
El lobo herido y confundido
por su decisión tan poco
animal, tan humana de pelear por la vida y de perdonarla
luego , volvió
a la protección del bosque espeso
y oscuro. Ya sin fuerza
por la batalla ganada sin sentido
y por su falta de comida, descubrió que su voluntad ya lo abandonaba como
huyen los náufragos del barco que
se hunde. Nadando rápido y
vigorosamente para evitar ser arrastrados en el naufragio.
Cerró los ojos y se entrego
a su sueño
o su muerte sin saberlo acepto
sereno.
De apoco fue despertando.
La tibieza de su lengua y
lo placentero de sus
caricias, terminaron por
despertarlo. La gata lamía sus heridas.
Con riguroso cuidado, atenta a cualquier
gesto asesino de ‘’ su
paciente’’. En rara e
inexplicable comunión, el lobo acepto
los cuidados y la gata decidió
atenderlo. Sus miradas sin
sonidos se cruzaron durante la
sesión de enfermería. Las heridas ya no se infectarían. El poder antiséptico de la saliva
de la gata eran aun más poderosas
de lo corriente. El cuerpo tibio y peludo de felina
gracia, se acurruco contra
el cuerpo de pelo hirsuto y
sucio de aquel lobo. Asi pasaron la noche entibiándose mutuamente.
El lobo herido y sin
energía difícilmente hubiera pasado la noche entera solo, sin
caer en una debilidad extrema
casi definitiva. AL amanecer
se sintió vivo, hambriento pero vivo.
AL abrir sus ojos vio su desayuno servido
justo a su lado. Aun enroscado en un latente ovillo de pelo y musculo dormía su enfermera que
con toda certeza calmaría
su apetito en 3 bocados.
Con un toque suave de
su hocico, como caricia matinal, confirmo
que dormía. Y se quedo
quieto cuidando que su sueño
continuase sereno y sin
apuro.
A los pocos minutos, la gata despertó con
felinos bostezos y elásticos
estiramientos de sus miembros.
Saco y metió
varias veces sus delicadas garras, comprobando que estaban listas para
cualquier pajarillo distraído que a su
alcance estuviera y con una femenina y seductora gracia acaricio al lobo
con su cola.
Fue la señal, para
que ambos dos, se incorporasen y caminando lento se alejaron por aquel sendero. Jamás
se ha vuelto a ver una pareja tal. Una pareja
tan poco pareja. Juran algunas viejas
lechuzas que todo lo ven desde sus
ramas. Que andan todavía
por el bosque aullando bajo el, maullando seductora ella. Confirmando
aquello de que no hacen
falta ni los pelajes ni las razones, solo
es necesario la magia del encuentro
entre dos animales, para que de
ellos hablen las lechuzas.
J.Z. Julio 2014