No sería
esa mañana una mañana más, lo podía sentir en su piel, sin embargo no encontraba razón para que así fuera. Sus días en su matrimonio ya flotaban en una insoportable
rutina. Esas aguas, en las que
navegaban no eran cosa reciente, hacía
ya mucho tiempo que las primeras señales se instalaban sigilosas.
El desayuno casi en silencio, hablando con
sus hijos de cosas menores, sintiendo el desinterés en su alma. La rutina matutina, caminar hasta
la parada. Esperar el colectivo, programando su labor cotidiana. Se
vio alterada por una aparición
inesperada. Una bella mujer de una tez increíblemente blanca, ojos de una expresividad deslumbrante, rasgos perfectos. Su mirada
sin poder impedirlo, la buscaba.
Se acercó caminando hacia donde él estaba parado, con gesto de esperar al colectivo. Rápidamente todo su ser
se sintió afectado. Se perdió la
lista de cosas que tenía pensada para
ese día. Desaparecieron los argumentos a esgrimir con él responsable de su área, con los cuales
sostener su reclamo de mejoras en sus
horarios. Todo desapareció, cuando sintió la mirada de esa mujer extraña. Se
dio cuenta de cuánto quería establecer una conexión con ella. No era un galán, ni
un hábil conquistador, sin embargo tenía que intentar tender un puente hacia
esa promesa de ilusiones.
-Qué tal? Será un día mortal hoy. Dijo con su mejor
sonrisa.
-Si. Le contesto ella con ternura y una genuina
timidez. Bajó su mirada y él pensó que caería al suelo, por el vértigo que
provoco ese mínimo monosílabo, sin sabor, ni
color, pero que sugería la espera
de otra pregunta, invitaba a seguir la charla.
-Nunca la he visto por acá, es nueva en el barrio? Le dijo sin
pensar, con verdadero interés…
-Hace
ya un mes que me mudé a acá nomás,
a media cuadra de aquí. Lo veo a usted todas las mañanas esperando el colectivo. Lo
veo desde mi ventana. Es más, ya es mi referencia. Cada día, cuando lo veo parado aquí esperando el
colectivo, se que son las 8:30 de la mañana. Siempre a la misma hora con una
exacta puntualidad.
Esa confesión de la dama, le provoco una
sensación desconocida o al menos ya olvidada.
-Bueno, usted me halaga. Haber puesto en
mi su atención. Puedo preguntarle su nombre?
-Ana. Al decir su nombre, lo miró por un
instante casi un breve instante pero
inmenso en su relativo registro
del tiempo.
-Ana….., tan bello como breve, le queda bien a usted ese
nombre.
La llegada del colectivo, interrumpió
la extraña atmosfera que se había
creado entre ambos.
Ya en el colectivo, la conversación derivó
hacia temas nada trascendentes, pero que sirvieron para despejar el puente por
el que pasarían, en posteriores charlas, muchas otras sensaciones.
-Acá me bajo yo, dijo él con desilusión
verdadera.
Cuando ya se descolgaba del colectivo
,ella le gritó -No sé tu nombre..!!
Casi
gritando, le contestó -Marcos,
fue un placer!
Ahora mientras corría al banco, el
recuerdo de Ana, le provocaba vértigo y hasta quizás miedo….
Al
llegar a la mesa de negocios,
donde todas las jornadas trataba de lograr las mejores
combinaciones entre compras y ventas , para sus asesorados y clientes, que operaban
en esa mesa a través suyo y le dejaban
suculentas atenciones, en relación directa a lo acertado de sus
decisiones. Había aprendido a decidir rápido. Su intuición era casi perfecta, rara vez, con tan
poca información alguien había tomado
tantas y tan buenas decisiones. El había
aprendido a “ mirar” con gran intensidad las señales del mercado y con
brevísimas señales el ya sabía donde dar
los primeros pasos y el resto era solo
velocidad de reacción ante los cambios. Era un hombre de una inteligencia
intuitiva sorprendente, tanto que aún él
se sorprendía de ella.
Ese intenso acto
continuo, de profunda empatía
con el mercado, hacía que el tiempo
volara y los días transcurrieran con
una rápida inmediatez. Un negocio atrás del
otro, y sus inesperados desafíos en cada uno, lo mantenían en vilo, al filo del pánico y la euforia.
Sería por eso que la rutinaria y poco
cambiante realidad de su matrimonio lo ahogaban y le quitaban
vida a su amor.
Al cabo de ese día, volvía caminando, sintiendo el desgaste y el agotamiento, tan placentero como la sensación después de
una buena maratón
corrida, el trabajo realizado, el objetivo cumplido…
Al caminar hacia a la parada del chárter, la vio parada
al pie del cartel, como esperándolo.
Su corazón parecía salírsele del pecho,
durante esos metros que caminó simulando no
haberla visto, tuvo una intuición que no pudo evitar… al llegar
con medida sorpresa simulada, le
dijo….-Hola! Que agradable encontrarla, usted por acá…. Nunca la vi a usted tomando el chárter’’.
-Hay
paro de colectivos. Mi amiga me dijo que acá salía todas las tardes un chárter
para nuestro barrio. No lo sabía, ahora me
verá más seguido’’, le contestó ella con
una seductora sonrisa, nada
sutil.
Benditos sean los reclamos de los
trabajadores, dijo con un simpático gesto, que provoco en ella una breve risa ,
sonó a sus oídos como una cascadas
de estrellas….
Y así volvieron a su barrio esa tarde,
rieron varias veces, incluso hasta
perder la vergüenza. Eran dos
almas que se encontraban de la nada, pero parecían tan iguales que cualquiera que los hubiese visto
juntos hubiera dicho…..``que
lindo, esos dos se quieren,….así como yo quisiera…
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