lunes, 4 de febrero de 2019

UNA NOCHE -capitulo I


No  sería esa mañana una mañana más, lo podía sentir en su  piel, sin embargo  no encontraba razón para que así fuera.   Sus días en su  matrimonio ya flotaban en una insoportable rutina.  Esas aguas, en las que navegaban  no eran cosa reciente, hacía ya mucho tiempo que las primeras señales se instalaban sigilosas.
El desayuno casi en silencio, hablando con sus hijos de cosas menores, sintiendo el desinterés  en  su   alma. La rutina matutina,  caminar hasta  la parada.  Esperar el  colectivo, programando su labor cotidiana. Se vio alterada por una  aparición inesperada.  Una bella mujer  de una tez increíblemente blanca, ojos  de una expresividad  deslumbrante,  rasgos perfectos.   Su mirada  sin  poder impedirlo, la buscaba. Se acercó caminando hacia donde él estaba  parado, con gesto de esperar al colectivo.  Rápidamente todo  su ser  se sintió afectado. Se perdió  la lista de cosas  que tenía pensada para ese día. Desaparecieron los argumentos a esgrimir con  él responsable de su área, con los cuales sostener su  reclamo de mejoras en sus horarios. Todo desapareció, cuando sintió la mirada de esa mujer extraña. Se dio cuenta de cuánto quería establecer una conexión con ella. No era un galán, ni un hábil conquistador, sin embargo tenía que intentar tender un puente hacia esa  promesa de  ilusiones.
-Qué tal?  Será un día mortal hoy. Dijo con su mejor sonrisa.
-Si. Le contesto ella con ternura  y una  genuina timidez. Bajó su mirada y él pensó que caería al suelo, por el vértigo que provoco ese mínimo monosílabo, sin sabor, ni  color, pero que sugería  la espera de otra pregunta, invitaba a seguir la charla.
-Nunca la he visto  por acá, es nueva en el barrio? Le dijo sin pensar, con verdadero interés…
-Hace  ya  un mes que me mudé a acá nomás, a media cuadra de aquí. Lo veo a usted  todas las mañanas esperando el colectivo. Lo veo desde mi ventana. Es más, ya es mi referencia. Cada  día,  cuando lo veo parado aquí esperando el colectivo, se que son las 8:30 de la mañana. Siempre a la misma hora con una exacta puntualidad.
Esa confesión de la dama, le provoco una sensación desconocida o al menos ya olvidada.
-Bueno, usted me halaga. Haber puesto en mi su atención. Puedo preguntarle su nombre?
-Ana. Al decir su nombre, lo miró por un instante casi un breve instante pero  inmenso en  su relativo registro del tiempo.  
-Ana….., tan  bello como breve, le queda bien a usted ese nombre.

La llegada del colectivo,  interrumpió  la extraña  atmosfera que se había creado entre ambos.
Ya en el colectivo, la conversación derivó hacia temas nada trascendentes, pero que sirvieron para despejar el puente por el que pasarían,  en posteriores charlas,  muchas otras sensaciones.
-Acá me bajo yo, dijo él con desilusión verdadera.
Cuando ya se descolgaba del colectivo ,ella le gritó  -No sé tu nombre..!!
Casi  gritando,  le contestó -Marcos, fue un placer!
Ahora mientras corría al banco, el recuerdo  de Ana, le provocaba  vértigo y hasta quizás miedo….
Al  llegar  a la mesa de negocios, donde  todas las jornadas  trataba de lograr las mejores combinaciones  entre   compras y ventas ,  para sus asesorados y clientes, que operaban en esa mesa  a través suyo y le dejaban suculentas  atenciones,  en relación directa a lo acertado de sus decisiones. Había aprendido a decidir rápido. Su intuición era  casi perfecta, rara vez,  con  tan poca información  alguien había tomado tantas y tan buenas decisiones.  El había aprendido a “ mirar” con gran intensidad las señales del mercado y con brevísimas  señales el ya sabía donde dar los primeros pasos  y el resto era solo velocidad de reacción ante los cambios. Era un hombre de una inteligencia intuitiva  sorprendente, tanto que aún él se sorprendía de ella.
Ese intenso  acto  continuo, de  profunda empatía con  el mercado, hacía que el tiempo volara  y los días transcurrieran con una  rápida inmediatez. Un negocio atrás del otro, y sus inesperados desafíos en cada uno, lo mantenían  en vilo, al filo del pánico y la euforia.
 Sería por eso que la rutinaria y  poco  cambiante  realidad  de su matrimonio lo ahogaban  y le quitaban  vida a su amor.
Al cabo de ese día, volvía  caminando, sintiendo  el desgaste y el agotamiento,  tan placentero como la sensación después de una  buena  maratón  corrida, el trabajo realizado, el  objetivo cumplido…
 Al caminar hacia a la parada del  chárter, la vio  parada  al pie del cartel, como esperándolo.  Su corazón  parecía salírsele del pecho, durante esos metros que caminó simulando no  haberla visto, tuvo una intuición que no pudo evitar…  al llegar  con medida sorpresa  simulada, le dijo….-Hola!  Que  agradable encontrarla,  usted por acá…. Nunca la vi a usted  tomando el chárter’’.
 -Hay paro de colectivos. Mi amiga me dijo que acá salía todas las tardes un chárter para  nuestro barrio. No lo sabía, ahora me verá más seguido’’, le contestó ella con  una seductora  sonrisa, nada sutil.
Benditos sean los reclamos de los trabajadores, dijo con un simpático gesto, que provoco en ella una breve risa , sonó  a sus oídos como  una cascadas  de estrellas….
Y así volvieron a su barrio esa tarde, rieron varias veces, incluso hasta  perder  la vergüenza. Eran dos almas que se encontraban  de la nada,  pero parecían tan iguales  que cualquiera que los hubiese  visto  juntos  hubiera dicho…..``que lindo, esos  dos   se quieren,….así como yo quisiera…


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