Herméticos, son los misterios que la vida insinúa y no desciframos.
Misterios descubiertos, desplegados, despertados de su sueño,
Por algún dulce y venerado designio del destino,
Designio caprichoso, del que somos gentilmente victimados
El destino nos los sugiere, más es la conciencia,
la complacencia de los terrores, de los miedos
a romper con los preceptos o simpatizar con lo proscrito.
Lo que impide finalmente a los misterios, ser descifrados
O acaso entendidos, concebidos o tan solo sugeridos…
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Herméticos, son nuestros aciertos inconfesados o desconocidos.
Ocultos incluso a nuestra conciencia, así debería…
Que la luz de lo cotidiano, lo acreditado,
no empañe lo valioso, lo irrecuperable, la valía.
Que la pérfida vanagloria, no capture, no quite vida
a los bellos por desconocidos, por no acreditados.
Aciertos, perfectos errores desconocidos, mucho menos divulgados
De belleza infinita, ternura hecha gracia, gratitud sin medida.
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Herméticos, son los amores que callamos, que negamos.
Son negados, o callados, por temores, por sigilos,
Acaso por ser fruto de intimidades íntimas, infinitas…
Pero que fértiles, prolíficos, son aquellos amores
Eternos, inmutables, que acompañarán nuestro vuelo.
Lo vivído o quizás recordado dará vida a la vida,
dará sentido y existencia, a nuestra simple vivencia
Que es aquella la más dulce, quizás incluso amarga
La de haber vibrado al compás de un corazón ajeno
Que no es nuestro y nos pertenece, desde un día…
Hasta siempre y para siempre…
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